Esto es historia pasada
de un joven enamorado
que por noble y por confiado
un día perdió a su amada.
Era razón de su vida,
pero mal agradecida
su pasión dejó burlada.
El no tenía dinero
y era su ilusión casarse
y con amor entregarse
al amor limpio y sincero.
Un día muy decidido
y con amor encendido
se marchó hacia el extranjero.
El tenía un gran amigo,
amigos desde la infancia
y le pidió con constancia
que a su novia diera abrigo.
Y por su madre jurando
le dijo casi llorando:
¡A cuidártela me obligo!
Con magnífica dicción
y perfecta ortografía
a la novia le escribía
cartas de mucha pasión.
En cada letra expresaba
el amor que lo embargaba
dentro de su corazón.
La novia le respondía
que lo extrañaba en exceso
que hacía falta su beso
para tener alegría;
que su caricia anhelaba
y que la vida pasaba
soñándolo cada día.
El tiempo veloz pasaba
entre cartas y suspiros
y se puso a contar giros
de la plata que mandaba;
y según lo calculado
con el dinero mandado
para casarse bastaba.
Como todo hombre decente
con actitud muy traviesa
decidió darle sorpresa
a quien de luz fue su fuente.
Y con alma embelesada
por mirar a su adorada
se regresó de repente.
En vez de darle sorpresa
el sería el sorprendido
pue su amigo muy querido
cumplió muy bien su promesa:
Cuidó a su novia constante
y la convirtió en su amante
haciéndola su princesa.
Al año de su partida
cuando triste se encontraba
su amigo la aconsejaba
que disfrutara la vida.
Entonces con gran descaro
ofreciéndole su amparo
la lealtad fue vencida.
¡Y fue así que el majadero
con el alma destrozada
emprendió la retirada
y regresó al extranjero;
pues por andar de confiado
se quedaría plantado
sin novia, amigo y dinero!
Moraleja:
El abuelo me decía
que cuidado hay que tener
que la plata y la mujer
a nadie se le confía;
y este ejemplo nos demuestra
que un botón basta de muestra
que el abuelo no mentía.
Autor: Aníbal Rodríguez.