Esteban Gracia

Soledad inherente.

Cuerda vieja y reseca que a mi cuello se ajusta o serán acaso las manos de algún dios insomne que por su voluntad a decidido castigarme.

Hoy mi corazón late fuerte como un martillo que golpeando acero rojo se encuentra, fracturando cada parte de mi ser al unísono de mis latidos.

Repitiendo notas musicales en mi oído aún sabiendo que soy sordo, pasando por los paisajes más hermosos aún sabiendo que hoy amanecí ciego. 

Por las crepitaciones de mi pena que inhalando aire sucio ha decidido esta noche acabar con su vida.

Podrían ser las alas de los ángeles muertos los que provocan tanto revuelo en la pajarera de mi cabeza insolente.