Se consumió la candela
cuando el sol se despertaba;
la noche pintó su estela
y una estrella se apagaba.
Con el sabor subyacente
del perfume de tu piel;
me embriagaba dulcemente
como abeja con su miel.
Náufrago en la evocación
de tu hechizo primoroso;
pedía nueva poción
transformado en un vicioso.
Al terminar la jornada
… una nueva noche loca;
tú... y tu pelo en mi almohada
y mis besos en tu boca.
Jorge Horacio Richino
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