He llegado a escucharte, a encontrarme en tus palabras
En la quietud de tu alma dócil, que doma mis manos
Para convertirlas en sedas, posadas sobre tus párpados
anhelando tu aire, pretendiendo tu respiración
He llegado a contemplarte, a encontrarme en el infinito de tus ojos
En el sosiego de tu vientre, donde reposan mis sueños
Que mudan a ríos cristalinos para humedecer tu cuerpo
Como lluvia tenue deslizándose sobre tu desnudez
He llegado adherido a mis delirios, para navegar a tu lado
Por los afluentes de pasión que nos llevan a mares escondidos
En la inmensidad del afecto, en la tersura de la piel
Donde se incendian quimeras para que nazca la entrega
He llegado, para descubrir tu pecho
Y derretir el hielo que me dejó el olvido
Apagando el fuego de mi sangre primitiva
Que te escucha, te contempla y se adhiere