Quiero escribir un verso inapetente
que no le guste hablar
del cielo, de la luna ni del mar,
del resto de la gente;
que sea inconsistente
y no incluya el amor en sus palabras,
la duda, la riqueza y la pobreza,
ni a la naturaleza,
lo mismo que a un rebaño ni a sus cabras;
la vida ni la muerte ni el pecado,
que esté descafeinado,
exento de experiencias muy macabras.
Un verso en que las flores
salir a presumir ya se resistan,
ni existan los pintores que las pintan,
ni el campo, ni de aperos, labradores.
Y nada trascendente,
sin puntos ni las comas,
ajenos del humor y hasta las bromas
de alguno que de cuerpo esté presente.
Que no hable de prudencia o de ternura,
no sueñe con los chopos ni los ríos,
la pena, la piedad, los desvaríos,
del pueblo, de la iglesia ni del cura.
No haya similitudes
ni ensalce a los que estima sus poetas,
farsantes de adivinos, los profetas.
Que allí los sentimientos, la virtudes,
eviten el decoro,
haciendo vayan mutis por el foro;
y eviten las catástrofes y aludes.
Sin pájaros ni nidos,
verdades ni maldades, cosas bellas,
ni lluvia y por la noche las estrellas,
buscando soledad sin hacer ruidos.
Recuerdos no haya de un amanecer,
futuro ni a la infancia,
el gozo y el placer de la vagancia,
sin algo que esconder o que temer.
Sin nada que contar, a su albedrío,
sin odios ni pasiones,
ausente de razón y de emociones.
Un verso, en fin, vacío.
©donaciano bueno