Te has convertido en agua,
te has unido a un mar inmenso,
no has dejado rastro,
ni siquiera breves vestigios,
ya no hay nada tuyo,
nada queda que sea nuestro.
Cuando quedaste atrapada en esa corriente,
me quedé con mi romanticismo a solas,
declamando poemas enfermos de pasado,
abandonado por todo realismo,
sonriendo inútilmente en una esquina
esperando algún ensueño roto,
para charlar contigo, para escucharte,
y sin embargo, nunca volviste.
Mario Cid