Josefa vá y viene en su carreta repleta de material de drogas. Si a ella no le importa nada, nada del espanto ni del temor ni del pavor muerto en recibir la droga por parte de su propio cartel de drogas que tiene y posee y que está instalado en el monte Monteochio en el norte, siempre en el norte del islote. Cuando en el alma de Josefa si era la jefa del cartel de drogas, se siente devastada, herida, y muy compungida en una sola soledad, si a ella no le importa nada del murmullo de la gente que la mira y la observa con su carreta desde el monte más alto de Monteochio en el norte del islote en busca de la cosecha y del sembradío de drogas. Cuando, de repente, llega su hijo el comandante del monte, si tenían al monte elevado con material de drogas. Si, de repente, el hijo de Josefa se fue del monte en un momento de su vida y de su existencia, cuando ocurre el deceso de su vida si lo asesinan al salir del monte el monte Monteochio y a Josefa le ocultan la muerte de su hijo y ella sin saber nada vá y viene siempre con la cosecha de drogas en la carreta sin pavor ni inseguridades le da miedo ni pavor ni rencillas con nadie si era ella la jefa Josefa del cartel de drogas más grande de la historia y se cuece el delirio frío y en saber que su mundo se le viene abajo y todo porque al monte Monteochio llega el francotirador José y proviene de la isla las Mercedes. Cuando en el combate de dar con la verdad, se vió atemorizante de espantos inseguros cuando en el alma de Josefa la jefa del cartel más valioso de su vida, creó al más de los grandes combates en hacer creer en el desafiante delirio en dar con la única verdad de que su mundo cae y no en oro sino en peso y toneladas de diferentes drogas. Cuando Josefa era la jefa del cartel, sí, la del cartel del monte Monteochio, la que un día se fue como el desastre de creer en el mayor desenlace en dar en contra de la verdad una sola verdad y tan fructífera como poder ser la que envenena a los pocos sanos de la vida con la droga.
Y Josefa la jefa del cartel del monte Monteochio, se siente como el mismo imperio a la mayor gravedad en ser como el ave poder lejos de allí. Cuando en su indumentaria lleva escopetas, armas ilegales, y diferentes clases de drogas, cuando, en el alma, sí, en su alma fría lleva el más tedioso y el pavor de los más clandestinos de su propia vida. Porque cuando salió de su neurastenia cegada de temores y de pavor en su propia alma en su afán de creer que el alma de Josefa se vió como el instante en que el fuego arde como la llama encendida y tan perdida como el desastre de buscar una sola verdad. Y fue en la playa, sí fue en la playa, la que en un día se vió atemorizante la espera y tan desesperada de creer en el combate de dar con la presencia autónoma con el sólo sentimiento y de un presentimiento miedoso e impetuoso. Cuando Josefa la jefa del cartel del Monteochio, se vé aterrorizada y horrorizada por José el francotirador más diestro del mundo y del monte. Cuando en su afán de ser la más rica del monte Monteochio no para en ser con su cosecha en esa finca con hectáreas de cuerdas sobre su territorio yá inusitado en la espera por más cosechas con diferentes tipos de drogas. Y Josefa la gran jefa del momento, se vé marcando territorio funesto y tan fuerte como su propia alma. Cuando en el alma de Josefa si era su propia jefa no tiene a más nadie que su amado hijo, pues, en el tiempo y en el ocaso Josefa la que era la jefa del cartel, se vé horrorizada de espantos no tan vivos ni tan seguros, sino que era una mujer hecha y derecha, la que no le teme ni a su sombra ni a penumbras muertas ni tan vivas como después de herir su vida se vió Josefa como la jefa del cartel más grande del monte Monteochio. Cuando en su alma se vió “in fraganti”, descubierta y más que eso decidida como el más de los muertos espantos de la vida y más sin temor a la muerte segura de pavor y de horror. No vive Josefa con miedos si era ella la jefa, la mujer, la vida y también más que eso la propia muerte. Cuando en el frío nefasto de creer en el ademán frío de la vida, se vió atormentada de un frío cuando a su hijo, sí, lo asesina el cartel, el mismo donde era ella la jefa, y ni lo sabe Josefa. Cuando en el alma sosegada de un miedo se vé fría Josefa y atemorizante de un miedo frío, cuando en el trance de la verdad se vió álgida, pero, muy fuerte con una gran fortaleza de gran escala, cuando en la verdad de todo lo indeleble si en el ocaso se vé frío como la única verdad de caer en el tiempo, como hojas pasajeras de verdades cuando en el otoño se siente frío como el mismo invierno que está aproximarse en el equinoccio y en la fría estación, como que en la insistencia fría se edifica lo incurable de creer en la verdad tan fria del alma de Josefa. Y cree que su hijo el comandante del Monteochio está de viaje, cuando a la verdad se intensifica su insistencia devorando el gélido hielo, cuando en la vida y en la verdad de un sólo todo se vió jactando la vida y con una munificencia indefinida en malgastar y derrochar dinero. Y Josefa la que era su propia jefa lleva en la carreta de la cosecha de diferentes drogas y de distintas hierbas, cuando a la verdad se vió indeleble, fría, como el hielo dentro de sus propias venas, y como un cielo donde se abastece la forma de dar con la verdad un efímero, pero, real como el mismo instinto suave y delicado si se vió descender de ese mismo cielo. Si dentro del invierno frío en la vida de Josefa se siente como lo más fructífero como esa carreta, en la cual, se perfila el frío porvenir de sentir como el dios dinero el mammón se enriquece más la vida de Josefa.
Si Josefa la que era su propia jefa sólo se siente como el desafío inerte en saber que su carreta con el encargado de esa cosecha se vió Josefa fríamente y sin temor. Vá y viene Josefa la jefa del clan del cartel de drogas que comenzó desde el norte del islote del monte Monteochio. Cuando en el pasado, presente y futuro se vió indeleble y fríamente marcando el trayecto transitorio del trance de ese camino, en el cual, ella recorre con su carreta desde todo el islote del monte Monteochio. Cuando en el alma fría de Josefa se vió gélidamente fría, sí, desde que se siente sin pavor y sin más que temor en el alma, se fue con su carreta hacia el mismo instinto de su cuerpo desnudo de un sólo sentido, el que le cuece en el alma toda la verdad en que se desviste de sensaciones buenas. Cuando en el alma se sabe que el destino se siente así, cuando en el alborada queda una verdad tan impoluta y tan real. Josefa es la jefa del clan del cartel de drogas del monte Monteochio, el que como un ojo mira y observa todo desde una sola perspectiva de asombro desde que el cielo se viste de nostalgias desde que el mundo es mundo. Si es como el desierto mágico o como la luna llena de blancura de un instante en que se siente como el deseo. Si en el alma de Josefa la que es jefa del clan del cartel de drogas del monte, se vió tristemente abatida, herida y casi muerta, pero, no de miedo sino de nervios en la sola insistencia de no saber nada de su hijo. Si en el altercado frío de su propia alma se siente como el desafío en saber de su propia insistencia, cuando en su alma teme a ser como la más audaz de las mujeres del monte en Monteochio y su ojo sólo observa y mira desde lo más alto del monte. Y Josefa la jefa del cartel de drogas en el monte se dió como el desastre de creer en que la carreta llena de drogas y de diferentes narcóticos Josefa no le teme a nadie.
Si Josefa la jefa de cartel de drogas en poder creer en el alma fuerte y si delira fuertemente en que el desastre de creer en el ocaso vivo se siente como el desafío insistente de dar con el alma fría como juntar el ocaso en el horizonte y saber que se pierde y que llega la más frías de las noches. Porque cuando ella cree que su hijo vive y que está en un viaje hacia las afueras del monte de Monteochio, no fue más que el mismo sabor de su triunfo en saber que su imperio, después de ser tan inmenso como el mismo imperio, se vió abajo cuando no logró vender la repleta carreta de distintas drogas o de diferentes narcóticos, los cuales, ella los cosecha en su propio terreno de un sólo territorio, en el cual, se sintió como el desafío inerte y frío y equilibradamente desértico con las plantas narcóticas de drogas. Cuando en el afán de Josefa y de creer en el desierto frío se vió tristemente fría y como la misma mala tentación, de creer en el combate de dar con el sorpresivo instante en el alma fría. Si desafortunadamente se aferró Josefa al desierto más frío en querer amarrar el frío de un sólo comienzo con el sentido una gracia autónoma de creer solo en las malditas drogas. Cuando en el reflejo del sol, sí, del sol y del día se siente como la claridad de sus propios actos, pero, encerrando el deseo en abrir los ojos hacia el mismo monte Monteochio. Cuando en el desafío inerte se vió perfilando Josefa hacia la exacta exactitud en saber que su rumbo y que su mundo se le viene abajo.
Si cuando Josefa se vió fría e inalterada se vió indeleble e imborrable por el monte Monteochio. Y con su carreta llena de desafíos inconclusos dentro del comienzo inadecuado, e impasible como la misma cadencia de ella por el camino pedregoso. Y Josefa vá y viene con el sol y con su carreta por el monte Monteochio, en el cual, se perfila una gran osadía a muerte segura y tan inesperada porque cuando en el embate de dar con la única salvación en dar con la creencia autónoma de ver el cielo sin tormenta ni tempestad, se vió fríamente inadecuada y maltrecha, ineficaz, pero, muy trascendental. Cuando en el universo vacío se siente como la gran sorpresa del año y del evento en querer automatizar la gran espera y tan inesperada de dar con la única retención del alma. Una mala consecuencia de no poder creer en que su carreta se le viene abajo en contra de toda voluntad y de todo un mal maldito camino. Si Josefa se dió como la más mala e intransigente momento de que su rumbo cometió lo más terrible de un sólo dolor. Cuando su carreta se le forzó con gran ímpetu y su alma insistente de creer en la manera en desafiar lo que más converge en la forma de amar y de creer en el alma a ciegas irrumpiendo en el desafio y tan delirante y tan latente como mirar hacia abajo desde el monte Monteochio desde una alta pradera de un llano y tan impetuoso como lo fue mirar y observar desde a gran escala. Desde que subió y su carreta llena de narcóticos y de diferentes drogas se vió inalterada su forma de cruzar por el monte Monteochio. Cuando en su afán indeleble de creer que su carreta vá por buenas señales de supervivencia todo se le vino abajo. Y se fue por el trayecto más efímero de atraer en la vida una sola verdad única y tan indeleble de atraer en la vida una ciencia tan verídica como lo fue tirar a cuesta abajo la carreta por el monte Monteochio. Cuando Josefa la gran jefa del clan de drogas del cartel más grande de la historia vivida se vió álgidamente indeleble y casi imborrable a la vista de cualquier transeúnte como Josefa la gran jefa del clan de drogas del monte Monteochio. Cuando Josefa se vió inalterada e ineficaz como el mismo proyecto tan pertinaz el encuentro por dentro de su propia alma y tan fria como el haber sido puesta en evidencia desde que su mundo intercambió con un sólo dolor el haber sido la jefa Josefa se du propio destino y más que eso de sus propias trascendentales huellas y tan indelebles como su propia senda. Y se vió insospechada e hiriente como el mismo dolor o como las espinas dentro de su propio instinto en saber que en su corazón se lleva la sangre en las venas de un mundo, en el cual, ella Josefa era la jefa. Cuando, de repente, se hirió constantemente a Josefa, la gran jefa del clan de drogas y de narcóticos, la droga cual se difunde entre el monte y sus aledaños islotes como el monte de Monteochio. Y Josefa sí, Josefa la gran jefa del cartel de drogas de todo el área adyacente se vió fría y mal consecuente, cuando su rumbo se vió fríamente sosegado y mal atraído por el mal en repartir la mercancía a sus súbditos más allegados en querer formar la reyerta sin más que más de formar el cruel desenlace de ver el reflejo de ese sol a cuestas del camino y con la carreta llena de diferentes drogas. Cuando en su afán de creer en el desierto mágico de ver el cielo lleno de una cruel tempestad, se vió fríamente Josefa como la gran jefa en saber que su mundo y su delirio autónomo en dar una mala situación de saber que su mundo se vió jactancioso como lo fabuloso de un sólo mal tiempo en que caducó lo más perenne de un sólo todo, cuando su mundo se vió frío y tan desolado, como el haber sido la jefa del clan del cartel de drogas de la gran Josefa. Y sus diferentes drogas, en la cual, se perfila como autónomo en creer en la distancia en que había caído su carreta con sus narcóticos llenos de pasajes sin vuelta de regreso esparcidos por la misma tierra, por donde caprichosamente vá su vida recorriendo lo más autónomo de esa maldita y pobre vida que lleva Josefa la gran jefa de ese clan.
Si cuando Josefa la gran jefa de ese pernicioso clan se derrumbó a cuesta arriba su mal estado de situación, cuando su universo se vió frío e indeleble como el mismo pasaje de ida y sin regreso. Y su carreta, ¡ay, de la carreta de Josefa!, la cual, le pertenece a una mala osadía en saber que su mundo se le viene abajo por mal directriz en formar una mala decadencia de saber que su mundo se vió inalterado y tan frío como el desastre de creer en el embate de dar con la mala situación de creer en el destino a muerte segura. Cuando Josefa, el hijo de Josefa, se halló fríamente viajando y ella Josefa lo creyó hasta casi sus últimos días de supervivencia. Cuando en su momento se sintió fríamente indeleble como el abrir y cerrar como el ocaso un sólo invierno y tan gélido como la misma tormenta en que se cuece el delirio y tan frío como el ir y venir de tan lejos con esa carreta cuesta abajo. Cuando en su momento se vió álgidamente fría y mal consecuente de atraer lo efímero hacia su propia insistencia. Y Josefa la gran jefa del cartel de drogas más grande del monte Monteochio, se creó su vida como si fuera tan mágica y trascendental. Y sintiendo el sólo desafío de creer en su constante delirio y tan frío y tan latente como el haber sido autoproclamada a la espera de creer en su capaz insistencia de ser la jefa, la gran Josefa, de ese clan. Y Josefa, la propia jefa se vió inalterada de espantos fríos cuando su mundo quedó en blanco y negro, cuando vió por los ojos del perro, su mejor amigo fiel, y vió la cara de la crueldad, y del desamparo y de la mala osadía, de ver el día en blanco y negro. Y creyó en sobrevivir, pero, su insistencia y su autonomía, quedó como el deceso en hacer creer que su delirio frío quedó como el haber sido identificada como la gran jefa, la Josefa, de ese perdido clan.
Cuando en el altercado frío y jactancioso de la vida misma se vió fríamente decidida y muy parca en transigir lo que más comete una sola vida y tan solitaria como el mismo cielo donde cayó la carreta llena de narcóticos. Y Josefa la jefa del clan, se edifica su instinto y tan distinto cuando en su forma de creer que el humo que dejó caer en la tierra, se vió automatizando la espera y tan inesperada de creer de que algún de sus súbditos se la recogería del suelo donde se esparció por todo el suelo. Y no la recoge más la vida, ni sus súbditos ni nadie, sino que ella se lamentó y la vida, tal vez, se alegró de ello. Cuando, de repente, se vió indeleblemente fría y con un sólo altercado álgido. Y ella, Josefa, la jefa del clan no transige cuando a la espera que le desespera con mucho ahínco.
Continuará………………………………………………………………………………………