El rey estaba muy quieto
con su dama muy ufana,
el alfil en su ventana
la contemplaba indiscreto
y con enorme respeto
le ofrecía huir a caballo,
pues quería ser su gallo
para llevarla a la torre
en su potro que bien corre
y ser de esa flor su tallo.
Los peones muy celosos
al saber de estas noticias
nunca cantaron albricias
y se pusieron furiosos,
y de puro caprichosos
se lanzaron al ataque
y avanzaron un escaque,
aunque pronto los comieron
y el alfil y dama vieron
como a su rey dieron jaque.
Y adornados con marfil
de piezas negras y blancas,
la reina escapaba en ancas
de un rocín color añil
que conducía el alfil
en tan loco disparate.
Y en el tremendo dislate
a la torre al fin llegaron,
y fue allí donde se amaron
pronunciando... ¡Jaque mate!
jorge Horacio Richino
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