Con la inmensidad del paisaje enfrente
–ante la belleza más descomunal–,
me sobresalta una sensación dual
que me desvía la vista y la mente
y me recreo en tu pelo y tu frente
y en tu apacible sonrisa, tan vital,
que reluce sobre las sombras del mal
y resplandece en un mundo diferente.
Me has eclipsado la belleza muerta,
con tu grácil movimiento armonioso
y no quiero que salgas por la puerta
puesto que ya me siento temeroso
de que caigas en las garras alerta
de un vil depredador libidinoso.