Poseídos por el lujo inagotable de la tiniebla
tus ojos ya no lanzan objetos al paraíso,
un hilo de obsidiana serpentea
sobre las crecidas de esta sombra
que se apropia de los lugares torpemente
como un ángel monótono de moho
sin modales de altura
ni alcance
para asaltar el infierno.
Vivir a oscuras
apagando dudas
con una silueta equivocada,
hasta que la sangre sea el epitafio
de la propia tumba.
Eso es sobrevivir
a una desmemoria razonable
o vestir su penumbra
con ropas de laberinto.