La brisa desliza su canto,
entre las rendijas de la ventana.
Escapa,
un hálito de tu espíritu,
abre tus manos esclavas,
y deja en ellas,
una rosa,
quizás las espinas te hieran.
¿Para qué contar los pétalos?
Vive su presencia.
Caminas descalza,
entre las calles de tu niñez,
y la habitación de tus aventuras,
desnuda,
el dolor te envuelve,
como el aroma del café.
Pareces,
una mariposa sonámbula,
tu amor se sostuvo
en una rama invernal.
Te alejas,
calle desértica.
Después del primer llanto,
no tienes una estrella.
buscaras,
en noches de silencio,
bajo la luna
el resplandor de peces,
sobre las olas,
despertarás cada noche.
Las ideas giran y enlazan
como un racimo de uvas,
muerdes su jugo,
aprendes a vivir con la embriaguez,
aprendes a vivir con pasión,
quizás cada día mueras un poco,
pero has vivido cada día.
¿Para qué esperar?
Aprenderás alcanzar las estrellas
aunque sea con la mirada.
Tus huellas de habitante,
tu historia
hábitat de tu cuerpo
hundido,
en la protesta intima
de una vida vivida,
navegando a la deriva.
Te amarras a una pasión,
te amarras a una posibilidad,
el amor no espera,
no esperes…
vive con las manos abiertas.
Quizás,
hay rosas sin espinas.