ZMRS

**~Novela Corta - El Sueño Perdido - Parte II Final~**

Si Josefa vá y viene con su carreta, sí, si perdió aquel material en su carreta, pero, logró que la tierra se llenara de lo que más le gusta, la maldita droga. Y Josefa la gran jefa del clan de la droga del monte Monteochio se vió tristemente cuando no sabe nada de su hijo y de su vida transigente. Cuando debió de correr el invierno en el trance de la verdad, cuando en el ocaso se vió intransigente y débilmente inadecuada la forma de dar con la única salvación a la cosecha de Josefa, la propia jefa del cartel de drogas más grande de la historia. Y su rumbó quedó varado allí, cuando en el ocaso se vió en una sola reyerta fría y condescendiente en el frío altercado de creer en la seriedad del alma una sola verdad y tan  mágica y tanto por cosechar una droga que se le viene abajo y con todo económicamente y con una sola agricultura cosechando en sembradíos de hectáreas y en cuerdas de esa finca, la cual, se cosecha en el instante y con la fuerza en querer crecer más el combate de dar con la única salvación de su pobre corazón y de su pobreza innata. La vida de Josefa, si era la jefa del cartel de drogas más grande de la temporada y del monte Monteochio. Josefa era la más grande tiradora de drogas, todos la respetan, pues, tiene carisma, ímpetu y es una señora con calibre autónomo. Y su cabeza y su neurastenia decidió autoproclamarse siendo la señora más cara de la historia, dando cara a todo, y dando cara como todo hombre en la vida, varonil y con una fortaleza extrañablemente envidiable. Ella, Josefa, la gran jefa de la historia se vió fríamente indeleble y tan fría como el haber sido la jefa de un clan en que sólo le dejó ser la jefa de un cartel lleno de ilegalidades superflúas de ansiedades y de temores inciertos en que se guarda el temor en ser como la mayor suerte de todos en el monte Monteochio, siempre por el norte del islote. Porque cuando llegó José el francotirador más diestro de la historia a ver y a observar lo más terrible de un sólo todo, sí, en el monte Monteochio se vió irreverente y frío como el mismo desierto de dar con el alma incierta de dar con la única verdad de creer en el alma una sola verdad en que se siente como el deseo frío. Y se miró cuesta arriba como el saber del temor amargo en creer en el convite de dar con el amargo sabor de dar con la misma insistencia de caer en el mismo lodo de ver el cielo de azul y no de fría tempestad. Si cuando en el albergue frío de dar con la única verdad se intensificó la esencia y más aún la presencia. Cuando Josefa la gran jefa del cartel de drogas se vió intransigente, pero, muy pasiva y apaciguada, se vió indeleblemente fría y con una manera superflúa de creer en el embate de dar con el única sensación con la verdad cuando en el alma se vió tristemente abatida y tan herida como el mismo embate a cruz y a raya si es lo que más se siente. Si cuando se siente como el suave y delirante frío autónomo de creer en el instinto autónomo de dar con la única verdad de creer que el cielo se vé como la fría tempestad cuando se le viene abajo todo lo maldito con las drogas. Si se vió Josefa como la gran jefa de ese clan perdido en drogas. Y José, el francotirador, se vió aterrado de espantos cuando la jefa Josefa, lo transfiere a una zona delicada de un punto de drogas, vigilando con tanta desarma a la zona con su calibre. Y la zona caliente y aterrorizando a las personas en el monte Monteochio. Cuando en el alma de Josefa se vió tristemente desolada y de un embrague autónomo de dar con la verdad en saber que su insistencia se vió marcando la frialdad de un sólo combate de creer en sus súbditos. Como si fuera un sólo convite desolado, tristemente abatido, pero, no, si eran más listos que cien juntos. Cuando en el embrague de la verdad se vió indeleblemente frío y con un mal consecuente dejando una mala consecuencia a dejar una verdad floja, pero, muy certera y con una gran e inmensa certeza. Dejando inerte la desolación y la triste ambigüedad de creer en el convite de Josefa, como un temible clan, el cual, se siente como el pasaje de ida y sin regreso. Cuando en el alma se vió fríamente e imborrable como el ocaso vivo en que pasa el invierno frío. Cuando se siente como el suave desenlace de dar con el alma fría un desafortunado e infortunio momento entre José y Josefa, la propia jefa, de ese clan perdido. Y el clan obedeciendo siempre las señales de la jefa Josefa, cuando en el trance de la verdad se vió indeleblemente fría, pero, muy fuerte en su afán de creer en el combate de dar con el silbido de una señal en que la jefa Josefa da como preámbulos de su instinto por saber que está caliente el punto donde era ella la jefa, la gran Josefa. Y el monte Monteochio, un islote perdido, pero, lleno de sembradío y de fructíferas hierbas de diferentes drogas como las hectáreas de una cuerdas en la finca en que cruza por el monte con su carreta llena de diferentes drogas para vender la mercancía más cara, más buena y de buen estirpe. Cuando Josefa la gran jefa de ese clan se lleva la sorpresa de que su mundo se le viene abajo. Cuando en su mundo se vió con un frío altercado y con un saludo, el cual, no era de buenos amigos. Cuando en el trance de la verdad se vió edificando la frialdad de su cometido en hacer de su punto el más grande, el más fuerte y el más poderoso. Cuando en su afán de creer en el combate de dar con la única sensación de curar todo el mal incurable de penas adyacentes en su forma más cruel de mirar y de observar el tiempo atrás. Como si el silencio fuera tan real como poder creer en callar lo que hace Josefa desde que cruza el monte Monteochio el ojo supervisor de la esfera terrestre de ese norte en el islote, y, ¿cómo callar?, si se aferra al desierto tan perenne de dar con la única sensación de dar con el mundo a cuestas por una sola razón. Cuando en el instante es tan indiferente, como el mismo embate de dar con la única verdad de que su mundo se vió y tan frío como el mismo persuasivo momento. Y de que su mundo se vió y tan frío como el hielo en el refrigerador o como el mismo desierto efímero en poder hacer creer en el jactancioso momento de ver el monte Monteochio como el ojo puesto en la tierra desde que el deseo se aferró a la cosecha más grande en sembradíos autónomos de creer en el embate de dar con la única verdad y tan floja como el espíritu salvando a su punto de drogas. Cuando la esencia de Josefa y su perfección, se vió fría como el mismo hielo en la misma piel, cuando José le indaga sobre aquel punto de drogas, el cual, se atemoriza de espantos a la gente y más al transeúnte a media noche. Si Josefa era la gran jefa, de ese punto de drogas, el cual, ella lo mantiene más firme y dice así es muchachos que el temor embriague sus venas más calientes, desde que se siente como el temor y el pavor dentro del mismo cuerpo, saludando desde las afueras hacia el centro y hacia adentro de todo el monte Monteochio. 

Y Josefa la gran jefa, se detiene en un sólo momento a pensar lo que más se cuece en el alma ciega, como ella en la noche y como en el día es igual, e intercede en ese punto de drogas, cuando la rencilla ella lo deja claro de que era ella la jefa y nadie más que ella, Josefa, la gran jefa de todos o la mayoría de los clanes. Cuando en el monte Monteochio, sí al norte del islote, ella y su cosecha se ven aterradas a un mal diluvio en esa buena cosecha de la gran jefa de Josefa. Si era primavera y un diluvio se aproxima a las costas del islote del monte Monteochio. Josefa para asegurar su sembradío de diferentes y exquisitas drogas se dedicó en cultivar en macetas parte de su cosecha. Cuando en el alma de Josefa se vió fríamente indeleble por el frío invernal de creer en el alma a ciegas desde que terminar la vida era la carta de presentación de la gran jefa Josefa. Cuando en el arte de amar sólo le queda el vicio vivido de dar con la única verdad de que su instinto se vio frío e indeleble en dar con la salvedad fría de saber que su mundo se vió frío y álgido. Y si la insistencia se enfría como el mismo hielo en la piel, dejando fuerte el sentido, y más que eso en el alma desértica de Josefa. Porque cuando en el alma de Josefa se vió fría e indeleble como tan frío el ocaso vivo de que su esencia se enfrío como el desierto frío. Y tan transparente como lo es el diamante puro e innato como lo es tan trascendental, como la misma fiebre de un sólo todo, cuando entre sus cosas más ilegales se vió fríamente como el recelo de la vida marcada entre el diamante y las drogas de su cosecha más fría. Porque cuando en el porqué de un sólo todo se vió marcando la frialdad del alma se vió fríamente y álgidamente fría. Como si fuera una vida cosechando la vida misma de Josefa como la gran jefa del clan perdido de drogas. Cuando en el alborada de ese día se vió tristemente forzada a dejar la cosecha por el gran diluvio que pasó por la primavera. Cuando en el trance de la verdad, se vió indeleblemente frío y tan álgido como la mala consecuencia de ese terrible diluvio como si fuera el final de toda humanidad. Cuando a la verdad se edificó el trance de la verdad, cuando en el embate de la verdad se vió friolera y tan friolenta como el mismo hielo en que sus fuerzas son las más grandes fortalezas. Cuando en el momento se vió álgido como de costumbre o como el mismo unísono de su propia voz corrió por el monte Monteochio. Cuando en el delirio delirante de creer en el embate de dar con la conmisera de dar la señal de Josefa si ella era y es la gran jefa del clan perdido. Cuando en su mundo se vió friolento como el embate de dar con el alma a ciegas y tan putrefacta como el ir y venir lejos desde la sola insistencia en dar lo único y tan exacto como su propia cosecha perdida y todo se ha perdido. La Josefa la jefa del clan no sabe qué hacer, pero, aún le queda plantas cosechadas desde la maceta, capullos y retoños de esas malditas plantas. Cuando en su afán de ver el cielo de gris sólo lo vió en un diluvio que maldijo con toda su alma y su vida. Y Josefa la jefa del clan de drogas sólo obtuvo en autoproclamarse sabiendo que su vida y su voluntad se vió fríamente indeleble y apaciguada de espantos fuertes cuando en su afán de discutir las fuerzas en el deleite efímero de la vida, sólo se vió ocasionalmente atraída de espantos nocturnos cuando en su habitación llena de armas ilegales, como escopetas y como las armas grandes, las cuales, de un sólo disparo matan a mansalva. Cuando Josefa la gran jefa del clan perdido se vió desmayada de sueños cuando en su afán de salvar el sembradío o la cosecha de su hectáreas o cuerdas de fincas se vió tristemente dolida y muy cansada en querer salvar su cosecha, la cual, se vió inundada de un diluvio, el cual, ella Josefa, la gran jefa del clan perdido, de una sola insistencia se vió fríamente indeleble, inefable y muy inestable, porque cuando en el aire de todo creyó que su cosecha había tenido la suerte en ser salvada se edificó su manera de dar con la pura verdad de que su insistencia se vió trastocada por un fuerte desánimo en perder su cosecha. Y se vió fríamente como el mismo hielo y en la misma piel, desde que su mundo no cambió en nada. Y se edificó el trayecto efímero en poder creer en el instinto fuerte y efímero de dar con la verdad de una pureza del alma a escondidas del mal diluvio que había torrencialmente caído en la cosecha de Josefa. Cuando en su afán de dar con la verdad se vió Josefa herida de espantos nocturnos desde que el silencio se vió intransigente de delirios y de un espanto fuerte como el haber sido mal inconsecuente con su cosecha atraída de drogas y de narcóticos fuertes como el haber sido la gran jefa del clan perdido Josefa. 

Y en esa fría habitación llena de malos y débiles recuerdos, si cuando en el alma se vió fríamente triste y muy abatida de espantos fuertes se vió tristemente dormida y con un sueño muy profundo. Y Josefa la gran jefa se duerme en esa habitación teniendo unos de los peores sueños o pesadillas. Cuando a Josefa la gran jefa de la vida, se vió fría e inestable en el sueño sudando altamente a temperaturas muy altas, dentro de la noche fría. Y dentro del mismo instinto se vió indeleblemente como el mismo hielo frío en su cuerpo. Y Josefa en el sueño delirando en temperaturas fuertes, como si fuera un niño con fiebre alta, si deliró y, sí, soñó lo que jamás soñaría alguna persona. Cuando en el trance de la verdad se vió fríamente en el inicio de saber que su mundo se vió frío como el vicio de creer en el alma desértica como errática es la vida de Josefa con esa cosecha, en la cual, la carreta de Josefa quedó vacía. Cuando en el alma de Josefa se vió nerviosa y fría como la nieve de una sola tormenta, en la cual, se cuece de tormentos fríos cuando en el alma se vió tristemente abatida y malherida. Cuando en ese sueño pertinaz, como el encuentro dentro de su alma, se vió indeleblemente fría y como la mala situación de creer en el desastre ineficaz de atraer en la vida la buena eficiencia de caer en el altercado frío y por demás en el alma fría. Cuando en el alma fría se vió intransigente y debidamente mal inconsecuente, cuando en el alma se vió frío y mal atraído en el embate de dar con la única verdad de que ese sueño le hacía ver más allá. Cuando en el alma se vió fría y mal atraída en atraer en el trance perfecto en el mal de esa pesadilla una cruz a muerte segura. Y se desató la locura y la fría tentación de caer en la amarga copa del vino que acaba de probar con esa vil pesadilla. Y el sueño perdido como ese clan perdido de esas drogas en la carreta por donde se lleva la vida de drogadicciones frías y tan perdidas de tal forma cuando arde en la amarga espera de creer en el alma perdida y en dar con el alma una sola verdad y tan fría como el desierto mágico de atraer la conmisera vida y la vida en existencia trágica como es la muerte segura de esa vida entre clanes perdidos. Cuando en su afán de creer en su alma lleva una vida demacrada, vil y de un semblante frío y como el hielo en la misma piel congelando el cuerpo de nervios fríos. Y que por consiguiente se formó el delirio mágico de creer en el combate de dar en contra de la verdad un sueño tan perspicuo y tan lacerado en la misma tragedia. Cuando en el afán de creer en el alma a ciegas Josefa la gran jefa del clan perdido de drogas se vió horrorizada de espantos cuando en el alma se dió lo que más se perdió en el trance de la verdad y de la innata pureza en creer en el alma a ciegas automatizando la espera y tan inesperada la forma de atraer en la vil forma de ver el cielo un reflejo del aquel mismo sol, en el cual, se electrizó la forma de ver en el fondo una sola verdad. Si en la forma de creer en el trance de la verdad en el alma se oscurece de fríos y de luces clandestinas y tan frías como el universo vacío. Y Josefa la jefa del clan de drogas perdidos se vió inalterada la forma de atraer cuando en el alma se enfría de espantos seguros cuando en el trance de la verdad no se equivocó jamás en decir mediante un sueño perdido, de que su hijo la matará a mansalva. Cuando en su afán de creer en lo imposible de creer en el trance de la verdad se edificó el tormento de creer en el sueño perdido en su propio destino y frío camino. Si en el desierto efímero de creer en el desastre crudo de la vida, se vió fríamente delirando en el mal en que Josefa la gran jefa del clan perdido de drogas en el monte Monteochio. Y a José, el francotirador, de la zona le llegan notificaciones claras y contundentes en expresarle a Josefa a la gran jefa de narcóticos más grande de la zona de que por el que ella le indagó estaba muerto y que era su hijo. Y José no se atrevió a decir nada. Cuando en el suburbio automatizando la gran espera se vió entristecida de espantos nocturnos cuando José, el de las islas las Mercedes, se vió fríamente indeleble y mal incurable de iras intrascendentes cuando en su afán de dar con la mala situación en saber de un sólo frío momento. Cuando en el afán de creer en el trance perfecto se vió fríamente imborrable en creer en lo perfecto de su propia vida. Cuando en el altercado frío e indeleble como el frío de la mala situación se vió con un sólo altercado frío y sin poder sentir el silencio automatizado a la espera veraniega de la vida misma. Cuando en el delirio delirante de la espera se vió enriquecida de un sólo sueño pertinaz y de un espanto muy seguro. 

Y Josefa durmiendo en su fría habitación, y de pronto, se escuchó una detonación en un solo disparo, sosegado, frío e inerte. Cuando en el alma de Josefa se sintió fríamente en el altercado frío y desembarco seguro, cuando en su alma se sintió desolada, e inerte y mal consecuente en atraer en la forma de dar la mala osadía en atraer lo que más converge en el alma fría y devastada de álgidos eventos. Porque cuando en el alma se vió fríamente indeleble e intransigente de dar con el alma una sola y fría tentación de soñar pertinazmente en el sueño dorado con su hijo que le dispara a mansalva. Cuando, de pronto, se vió marcando el dolor y la mala consecuencia en dar con los celos de la vida misma cuando en la reyerta fría y desamparada se vió fríamente inadecuada cuando en el alma, sí, en su alma se vió en ese sueño en el suelo y con un sólo disparo entre sus más débiles costados. Cuando en el rumbo desolado se vió Josefa inalterada y fríamente como en el instinto en sentir el silencio en que se cuece en una sola verdad, cuando en el albergue de su frío corazón se dió como lo más eficaz de un sólo tormento, cuando en el aire y en el sosegado tiempo se escuchó un sólo disparo y una fría detonación con una sola escopeta o con un rifle. Cuando en el alma se vió tristemente en el alma de una forma intrascendente y fría como el ave puede volar lejos con esa forma tan trascendental como la forma más vil de la insistencia fría y como el desastre de ver el cielo frío y como el imperio sosegado de creer en el alma sola. Cuando la verdad sólo percibió el desastre de sentir la fría detonación en que el instante se vió fríamente como el altercado de sentir el desastre de creer en el alma en contra de un sólo desastre frío. Cuando en el alma se debate una mala sensación, cuando en el alma se vió fríamente indeleble como toda razón sin cordura como la locura en tentación. Cuando en la alborada no se calmó en el frío descender hacia el más de los imperios sosegados cuando en el instante se dió como la misma magia de la desventura clara y no tan convincente. 

Y Josefa sólo siente en sus costados el frío, la manera vil de traer con la carreta diferentes drogas y en ella una sola dirección el monte Monteochio, donde se cuece el alma de una aventura siniestra y tan cálida como el haber vendido ilegalmente hasta el alma de Josefa si era la gran jefa del cartel de drogas más grande de la temporada fría e inerte. Cuando en el alma se siente como el universo más frío de la insistencia en caducar la manera de ver en la sola razón de creer en el alma una sola verdad. Cuando en el embate de dar en la forma más vil y tan hábil en dar lo siniestro y lo más cálido de un sólo todo, cuando, de repente, se vió inalterado y eficaz el mismo tiempo como el mismo transigir de la misma forma y de la misma naturaleza en poder creer que Josefa se muere y ella siempre creyó que en manos de su propio hijo. Cuando, de repente, se vió fría y tan álgida como el evento más fructífero en caer en el trance de lo imperfecto cuando en el embate de dar con lo conmisera vida se vió fríamente inestable e inadecuada. Y Josefa la jefa de ese clan perdido se vió forzosamente inalterada y tan fría como el perder el instante en que se debate una sola sensación en poder hacer creer en el transigente y mal adecuada forma de atraer las drogas como perfecta redención hacia el monte el Monteochio. Cuando, de repente, se vió fríamente inalterado y como la forma más inalterada de sentir en sus costados una sola bala y tan fría como de esa escopeta o de ese rifle. Cuando en el alma de Josefa se vió inalterada la forma y tan irreal de caer en el suelo como mojigato de una bala tan inerte y tan fría como de costumbre. Cuando es tan frío lo que cuece en el alma desértica de creer en el alma fría de creer en el alma desértica de saber que su rumbo y de su acontecida manera de creer de que era su hijo quien le disparó si era el sueño pertinaz. Cuando en el momento se vió fríamente inadecuado y mal inconsecuente en decir que su mundo se vió frío e inalterado de creer en el ocaso muerto en saber que su mundo se vió tan frío y tan mal adecuado en saber que su mundo se vió fríamente en el altercado frío de converger en el alma una voz desértica en saber que su mundo se vió y tan frío. Cuando en su mundo se vió fríamente en el altercado frío y como de costumbre fría y álgida como la misma muerte y tan segura. Como que en el instinto se vió débil y trascendental como que el silencio se tan vió frío y fue que Josef la gran jefa del clan perdido de drogas del monte Monteochio se vió en el suelo después de soñar con el sueño perdido y que su alma se fue por el rumbo por la misma dirección en que cayó la reyerta de la rencilla entre dos bandos o más por la zona más peligrosa de todos los momentos. Y Josefa con el sueño perdido se vió fría y con un mal adyacente de creer en su propia alma. Y creyendo de que fue su hijo quien la hiere a muerte creyendo de que fue su rumbo y en mala dirección de creer en el embate de dar con el alma de Josefa en el suelo. Y José ríe como que quedó José como el gran jefe sin saber de la verdad, de que la jefa como todo rey aún no muere hasta que su mundo se deja caer entre su ejército y el monte Monteochio no, no se rinde así. Si batallaron hasta la vil muerte. Y la jefa con sus macetas de cosechas bien escondidas se quemó el lugar y con ella muy indeleblemente sin que retoñar un retoño salió airosa sabiendo sólo ella cosechar lo que nunca supo nadie cosechar. Si el diluvio barrió con toda lluvia y no dejó nada a su paso y se calcinó el lugar sin dejar ni huellas ni rastros de lo que era la cosecha de Josefa la gran jefa del cartel de drogas del monte Monteochio y con su sueño perdido quedó ella…y con su carreta llena de drogas esparcidas sí por el suelo fértil…




FIN