Freddy Kalvo

Muerte de un gorrión

Un gorrión enamorado

lloró tanto su dolor

al perder la linda flor

que su miel le había dado.

Y hoy está desconsolado

soportando su pesar

denostando su volar

con sus alas doloridas

supurando sus heridas

el recuerdo que aprisiona

en su pecho que amontona

mil tristezas ya sufridas.

 

Ni las mieles de otras flores

lo han podido consolar

si en su flor ha de pensar

dándole ricos dulzores.

¡Qué terribles los dolores,

que en su nido va sufriendo!

Poco a poco va muriendo

y sus lágrimas regando

porque siempre va llorando

y también desfalleciendo.

 

¿Quién te salva, gorrioncillo,

quién le da cobijo a tu alma,

destrozada con desalma

sobre yermo y cruel campillo?

¿Quién te salva, gorrioncillo,

de las vil crueles cadenas

que te sangran duras penas

porque vas agonizando

porque al vuelo vas sangrando

el dolor que arde en tus venas?

 

Los días fueron pasando

y el gorrión ya no voló

el dolor lo acongojó

y lo terminó matando.

Hoy lo estamos recordando

sin siquiera merecer,

lo que lo hizo fallecer.

Cuando el alba apareció,

su fervor también murió;

pero… ¡quién lo iba creer!