En veces la música suena tan sublime que pareciera retroceder mi concepción del tiempo. Cómo si los buenos momentos hubieran transcurrido sin saber aún que se trataba de ellos. Pues no les pensé.
En veces el viento sopla tan gélido, en mi rostro, en mis brazos, por las mañanas y también por las tardes, ayudandome a no olvidar lo efímero que es nuestro sentir, ya sea dolor o armonía. Entonces pienso.
Hubieron de pasar cientos de vientos, miles de horas, millones de instantes antes de este trote impetuoso que siempre me aleja de este sendero idóneo, al mirar atrás siempre me recuerda los pasos que a ciegas anduve. Y pienso.