Reclamé, desnudas explicaciones, que sean ciertas.
Al final del mustio crepúsculo, lapidaron mis fuerzas.
La musa improvisación, y letras, desertaron a millón.
Los antes alígeros lápices, pesaron como hormigón.
Se me pegó, un polizón, que a muchos confina,
Te despoja de tus fuerzas. ¿Quién lo imagina?
En un ocioso acto, indolente, cínico, atravesado,
Sin ser, un comensal, en un suspiro me ha besado.
Llegó explosionando, en su primitivo fumante coche;
En un ruidoso y viejo catarro, para circular de noche.
Con ración, de insípido malestar, salteado en fastidio.
Su capa, tejida con escalofrío somático, de puro hastío.
Viéndome bien dormido, Empacó sus mechas, y se marchó,
Salió de mi cuerpo, salto de mi cama, y enloquecido, corrió.
El muy cínico, se dio cuenta, que no era, lo mejor, para mí.
Las letras, salen de los rincones, y vienen todas felices a mí.