Hay un final. Enero fue el comienzo
de tu viaje: valiente y sabio aventurero,
llegaste muy ligero de equipaje en un veinte de enero
Y cada vez regresas victorioso a redescubrir tu lienzo.
Bendito el día de aquel advenimiento,
de un ser humano, digno y ejemplar,
que supo siempre las cuerdas templar,
para llenar su mundo de contento.
¡Salve! doy a tu esencia padre mío,
¡Salve! a ese canto de divino trueque
en qué con llanto arribaste a tu navío.
Crecer, luchar y amar con duro estoque
y librar con fiereza de hambre y frío
a tu progenie con un sabio enroque.
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