En el atrio de la tela
brota el ímpetu del pecho,
estallando una magnolia
que del verso clama un beso.
Y del borde de los labios
la secuela de un secreto,
en suspiro cadencioso,
se sublima hasta su cielo.
La caricia de un capricho,
ambrosía del afecto,
que del néctar de la boca
se despoja de sus pétalos.
Qué delirio sensitivo
cuando besa el sentimiento,
y en la tierna comisura
deja huella del obsequio.