santos castro checa

EL JUEGO DE LA MUERTE

EL JUEGO DE LA MUERTE
 
Y las voces reclaman las horas sin suerte,
no les oigo, tan solo el retrato con mi ojera enferma
y ya creo que es teatro de locos  y retractome sin suerte.
La muchedumbre, inclemente, canta en coro.
Los claveles ya tomo en la senda ya tarde. Y marchitos
entre el polvo y murmullo y entre la calle de alcoholes,
un poco agitadas del silencio tonadas
acompasan el fúnebre delirio del hombre.
Todo, ¡tan diáfano!
¡Desolador!
Y bebo un poco del anís de algún ebrio, su rabia;
porque pienso: ¿Si no he muerto y me excuso
y no lloro, entiendo del dolor furia y dolor más tanto?
La gente, hastiada, ¡qué le importa el martirio!
Así, la larga hilera corta su cordel:
¡Una comedia que pinta a flores de burdel!
El cortejo convence a mi esqueleto mortal,
¡ah, soy experto en parodia, soy el muerto insepulto!
Inesperada comedia, embaucador muy celoso,
en la batalla. Soy incrédulo, exageración y falsía
y suelto alondras. Exhalo al viento respiros y magnolias que aprieto,
arranco un suspiro al cadáver de al lado
y es su llanto infante amarga mixtura
y me mira el muerto de al lado, en problemas,
¡no soporta el dolor de la gente que llora, por nada y que llora!
Y es nuestro llanto un canto con sueños, con vinos y cirios,
¡y mucha sospecha!
Y hojeo un libro que olvidó la descalza (la que recita oraciones)
y recuerdo poemas que el tiempo recita
y en ellos palpita, tibio, agresivo, el corazón de mi gente,
la locura del hombre que ignora a la muerte.
Y en esta jugada, con el dado de la muerte,
trazo en el polvo de mi raído escritorio mil círculos
y enciendo la lámpara - el recuerdo del viejo brilla en el retrato
y me señala precisa la luz de la vida.
La comedia concluye con la sonrisa en el rostro,
con el barro en los pies, la barba rapada,
el cartero en mi puerta
y yo escribiendo.
 
 
Santos Castro Checa