Los recuerdos son recuerdos
y tiernos los más lejanos,
que en nuestro costado izquierdo
es donde los palpitamos.
Esos años con mi abuela
alrededor de su falda;
eran tiempos de rayuela,
previos a la minifalda.
Rápido pasaba el día
con instantes no grabados,
mas tendrían alegría
pues no quedaron marcados.
Mientras mis queridos viejos
se ganaban el sustento,
yo observaba en catalejo
desde el carajo de un cuento.
O me hacía una cometa
medio bomba, medio estrella,
con una cola coqueta
brillante como centella.
Era distinta la vida
y su ritmo más tranquilo,
nunca jamás aburrida
y el kilo, pesaba un kilo.
El almacén de la esquina
era paseo obligado,
te cuidaban las vecinas
cuando hacías los mandados.
Con los dientes... ¡Cuidadito!
Jamás entrar en declive,
elemental era el rito
con la crema Palmolive.
Peinado con fijador
alto en goma tragacanto,
el pelo era un esplendor
pegajoso como espanto.
Y con la redonda Pulpo
brotaban los malabares;
imitando a Arsenio Erico,
grande entre todos los grandes.
Y así podría seguir
con un sinfín de vivencias,
aunque este poco decir
evidencia mi frecuencia.
Y como dijo Manrique:
Que el pasado fue mejor;
los dejo con estos versos
cubiertos con alcanfor.
Jorge Horacio Richino
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