La pluma de Dumbo
Y pensó durante un tiempo que volaba por ella…
¿Un paquidermo de 1000 kg, con una sola pluma?
¿y en lugar tan poco aerodinámico?
A regla de tres, el águila real sería calvo, salvo por un pelo.
Así es como el temor a la soledad se enardece,
menoscabando el coraje de los corazones más nobles,
bondad infantiloide que permiten por omisión,
en el paredón donde la metralleta dispara ráfagas de NADIES.
Una brújula trucada, imantada desde fuera por seres atorados,
Inconscientes o demasiado.
Ya sí incompletos, espirales que no llegan a círculo.
Aderezados con las especias más exóticas,
superego, pantomima, carisma.
Inteligencia emocional en la muda al sol de un cangrejo.
Fragilidad ajena y oscura.
La fortuna de la explosión del no reflejo en el espejo.
Sin ser un vampiro, ni saber serlo,
Surgió la fuerza para aniquilar el exoesqueleto de quitina, ni las pinzas resistieron.
Y se convirtió en arena,
donde los niños juegan y excavan sus sueños,
donde rompen las olas sin piedad de nadie ni nada,
donde las crasas aprovechan para engordar su perenne verde.
Es ahí, en la arena, donde deben estar.
Al final de los barrancos y la tierra donde se alzan los imperios.
Sustrato difícil para eregir cualquier cimiento.
Al final, sólo un soplo basta para que se vuelen.
Así voló mi amigo Dumbo, de 1000 kilos, sin su pluma y sin despeinarse diciendo una palabra.
Seguramente, fuera de la carpa del circo, azotaba una tormenta de arena.