Ricardo H. Herrera

CANTO LLANO

Mi madre

 

Ya no tengo más lágrimas... Me dice

con sincera piedad.

 

Ya no tengo más lágrimas...

Repito en mi silencio también yo.

 

Noventa y cinco ella, usa bastón.

Y yo setenta y uno, sin retórica.

 

Pero con fe en el ripio,

en la magia del ripio.

 

Sin lágrimas los dos –ahí coincidimos–

ligados por el tallo de la vida.

 

Y en paz hoy, un domingo de febrero

color de benteveo, de retama,

 

remontando una calle florecida

del poblado serrano.

 

Hay orgullo en su ánimo, honra ingenua

que le inspira el terruño.

 

Aquí nació, duermen aquí sus padres,

el dolor y el ejemplo de la vida.

 

Soy hijo de esa sombra que dialoga

tiernamente en la noche con los muertos.

      

Allí la reconozco, esa es mi madre;

allí y en la alegría de mirar.

 

Aunque miremos cosas muy distintas,

admiro su alegría de mujer.

 

Ahora la dejo sola en su pasado,

mirando antiguas fotos. Pero entonces

 

sucede que un amigo la saluda

y su atención se excita, se ilumina.

 

Cuando sonríe fulge en sus pupilas

un algo de pueril que la hace joven.

 

Todavía su tímida belleza

es sensible al halago del varón.

 

La vacuidad del mundo no la aflige;

se aferra al día, le huye a la vejez.

 

Concluido el paseo, me recluyo

en La Piedad catorce veinticuatro:

 

mi despojado claustro de verano,

mi última inversión, mi casa haiku.

 

 

 

 

Casa Haiku

 

De vuelta en mi escritorio hojeando libros:

proverbios y poesía de otro tiempo.

 

Mientras más vives,

más vergüenza soportas...

 

Perentoria sentencia japonesa

que al sesgo cita Bashō

 

y confirma Correas en su elenco:

Vejez, mal deseado es.

 

Pero también registra esto otro, opuesto:

Viejo amador, invierno en flor.

 

La introspección alumbra manantiales

de dones estivales aún intactos:

 

Porque llevo en el alma fresco y verde

el dulce fruto del amor extraño.

 

Esto escribió Cervantes siendo esclavo

en Argel, en un pliego ya perdido.

 

Piedad sonriente y soñadora;

resignación alegre, placentera.

 

Mi Casa Haiku (así la he bautizado)

va cambiando mi estilo en este estío;

 

sólo dísticos vienen a la página,

sólo refranes rústicos y rimas,

 

poemas de la vida que no aspiran

a ser de antología. Hoy soy otro.

 

Cambio mediante, estoy ya casi a punto

de compartir las tesis de Calvino,

 

sus escuetas propuestas

para el actual milenio:

 

levedad, rapidez, exactitud...

“Basta de citas hoy”,

 

me advierte mi otro yo.

Y remata la frase socarrón:

 

“A la vejez viruelas,

Don Sabihondo”.

 

 

 

 

Canto llano

 

Con el favor de rústicos refranes

torno mi voz más límpida, más llana;

 

restituyo el espíritu en mi lengua

y lo templo con risa celestial.

 

Río sí, río mientras cavo el pozo

que conduce al acuífero cautivo

 

del idioma pretérito. Es mi lujo,

mi lujo en la pobreza, la voz, la vieja voz

 

del idioma que vuelve por sus fueros

en pareados desnudos. Mi placer

 

como el salmón sorteando la cascada.

Como el vuelo del águila, el placer.

 

 

 

 

 

 

El don de lágrimas

 

Y sin embargo, madre,

el llanto del reencuentro está fluyendo,

 

está fluyendo unido al devenir

y vierte transparencia en el presente.

 

Ternura vence siempre, crea belleza

y otorga el don de lágrimas.

 

Eso evocan los versos de Cervantes

con su ilusión de amor en la vejez.

 

Obra de las palabras inspiradas

‒sin resabios de oficio‒ es el poema

 

de la vida cumplida. Ella atesora

y lega su sustancia

 

al solo y fracasado, al iracundo,

al tiempo venidero.

 

 

 

 

Final

 

Volvamos a la tierra,

fue como estar en misa con latines

 

el momento sublime

de la expansión del alma.

 

El omnia vincit amor virgiliano

me embelesó de más;

 

la tierra, la aspereza de la tierra,

convoca a realizar,

 

a reanudar la vida cotidiana

por la senda del medio.

 

Salto de lo sublime a lo didáctico,

que tampoco es lo mío;

 

no es fácil la poesía. Y sin embargo,

es tarea a cumplir.

 

Abre tus oídos a la luz,

abre tus ojos al silencio,

 

úngete con el sol de medianoche,

sigue inquieto hacedor, sigue adelante.