¡Juventud, se me ha diluido tu ardor!
Sin un adiós, poco a poco te has ido,
y ya mi vida ha atardecido
atenuando todo tu resplandor.
A un niño le veo más encantador;
a una planta miro, en un descuido;
me entretengo cuando escucho un ladrido;
y, de ti, ya no soy tan admirador.
Cada momento me hace diferente,
los deseos me van abandonando
pero mi mundo es más inteligente
y me lleno con lo que voy pensando,
quedando muy atrás toda la gente
con la que yo, un día, estuve jugando.