A escondidas en aquel aposento
aguarda su cuerpo con ansia loca
el beso ardiente dispuesto en mi boca
a calmar la excitación de su aliento.
A más que aliviar, saciar yo intento
esta sed de amor que su amor provoca
y el roce de su piel que a mi piel toca
arroba razón y entendimiento.
Nada me impide traerle a mi cama,
mi señora ajena usted es mi vida
y aquí está la mía, se la confío
deposite en ella el amor que clama
la balsámica ternura añadida
de su corazón anudado al mío.