La forma en la que el estío vela
el transcurso del mes de diciembre,
volviendo vulnerable la incertidumbre
de quién las sendas, con sus pasos, pincela.
La forma en la que el habla enmudece
cada vez que nos encontramos al unísono,
topando con el porvenir incierto, pero monótono
de quién peca, y entre pecados, prevalece.
Que simple se vuelve el vendar los ojos
cuando, en frente, yace un doble espejismo,
que estrecha manos con el abandono.
Que arduo se vuelve el arte del olvido
cuando se procura prescindir de un vago recuerdo
que se creía, antes, cercano y conocido.