Me asfixio con el aire comprimido
por las cintas atadas a mi pulmón
y los cosquilleos en el corazón
de las agujas que me lo han cosido
y que han atravesado su latido,
acelerando su loca pulsación,
porque me hiere la profunda emoción
de este sentimiento que he conocido.
También me está temblando el intestino,
gorjeando su monótono trombón,
angustiado por el miedo al destino
de tener que tomar una decisión:
«O acepto, de este pájaro, su trino,
o continuo buscando otra canción».