Pongo contigo los pies en la tierra,
piso aliviado la esfera infinita.
Bajo tu espacio mi faz resucita,
bóveda enorme de ingrávida sierra.
Llanto que al pecho callado se encierra,
lecho inconcluso en que el alma gravita
llama candente que ruge y crepita,
mínimo labio que al beso se aferra.
¡Ay de mi estado!, si en nada me viese
plácidamente, mortal y sensible,
yendo, sin verte, distante a tus manos.
¡Válgame el cielo! Si en nada creyese,
válido fuera sentirme intangible:
ágil figura de infames arcanos.
Deogracias González de la Aleja