Diluyendo ilusión pacientemente
entre copas y cuerdas de guitarra;
yo pretendo zafarme de la garra
de un amor insensato y vehemente.
En mi pecho palpita ardientemente
y mi vida impasible la desgarra;
y sentado a la orilla de la barra
disimulo mi pena tan hiriente.
Ha llegado con flamas destructoras
cual la fuerza brutal de la tormenta,
que convierte vergel en un pantano.
Y mirando nubladas mis auroras
sin el sol luminoso que calienta,
yo le imploro piedad al Dios arcano.
Autor: Aníbal Rodríguez.