Valedelcaa

Entre heridas abiertas

Con una mano en 

su corazón calcinado.

con la otra, en un intento

de apagar el causante fuego alado. 

 

No hay remedio alguno

para tal destrucción; 

se desintegra.

 

El veneno consume paulatinamente

sus pulmones marchitos 

donde el aire ya no llega. 

 

Con una mano lanza cenizas

al espeso viento que le ronda.

con la otra seca la sangre 

que de sus ojos negros brota. 

 

Y excava y excava, irascible

como si la luz del día aun persistiera;

como si la menguante luna

no impactara en sus vacías venas.