A este colchón, que ya tiene la forma
de mis nalgas, le noto una hendidura.
¿Se le habrá clavado una cosa dura,
que ahora ya no cuadra, en esa horma,
esta vieja espalda, que se conforma
y se acopla al hueco de mi figura,
tan muerta y tan, sin retozadura,
que el sueño, en una quietud, la transforma?
Y pregunto a mi ser de compañía
si sabe por qué salió ese agujero,
y me dice que fue por su manía
de querer atrapar a un gran jilguero
que, en nuestra cama, a veces se metía
para brincar en mi lugar austero.