YO LE LLAMO AMOR APASIONADO...
A mis noches y a mis días yo les llamo amor apasionado.
...Porque llegaste entre la niebla de mi soledad
y como un racimo de besos mojaste mis labios
y como un viento recio me abalancé a tus brazos,
era como un fuego que explotó en nuestros cuerpos,
y éramos brasas ardiendo de pasión y deseos, como
leños encendidos, entre el querer tenernos y darnos,
amándonos como si el mundo fuera sólo nuestro,
nos amaneció la vida juntos y con pasión y deseos
en un decir y sentir poético estaban enredados los cuerpos,
para seguir amándonos muchas noches más, llenos de pasión
de día o de noche, poco importaba, tú mío yo toda tuya.
La vida pedía vida, y ahí estábamos amándonos yo tan tuya y tú tan mío,
meciendo tus ganas en mi cuerpo, sintiéndonos todos nuestros.
y yo abrazada a tu vida, para qué nunca me faltes.
...Una noche valió por mil noches entre tus brazos,
y tu olor de hombre atrevido se quedó en mi piel,
y mi cuerpo tú nombre aclama a gritos de deseos,
y yo alborotada enredándome en tus brazos fuertes y varoniles,
en la incandescente ruta de tus manos, de dedos largos,
sujetándome a tus deseos... yo sin fuerzas,
me dejo amar y conducir al refugio de tu pecho,
con tus piernas ajustándose a mi cadera y sumergido en mi,
pareces volcán encendido, eres y lava ardiendo que baja
por mis piernas y tu pasión y tus deseos incandescente,
me envuelven como tea humana, en un juego erótico,
y dejamos salir todos los miedos y angustias,
que nos ahogaban por la ausencia de no tenernos cerca,
y aquellas creencias equivocadas de no amarnos.
Esa noche nos dimos con más pasión, ya habituados al placer,
abrazamos la muerte que a vida nos llevaba, para amarnos
con pasión y deseo. Yo Le Llamo Amor Apasionado...
Nos Ciñó En Ardientes Deseos De Tenernos Y Sentirnos
Hasta Amanecer Uno En Brazos Del Otro Jurándonos Amor Eterno,
Y Nos Amaneció La Vida Y Nos Llenó De Amor Y De Placer.
Donde no había vida, Dios nos volvió la vida y el amor,
...Y nos cubrió de amor el alma, la vida y el espíritu.
Siempre tuya, siempre mío. ¡Ojos míos de mi querer!
Alicia Pérez Hernández... México
No es la pluma la que escribe, es el alma
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