Y apareció de repente ese llamado del cielo, donde uno de sus ángeles reveló el deseo de verte, de cultivar tus encantos con un beso, y dejándose arrastrar por la divinidad de sus palabras y la paz de su mirada, permitió el big bang entre sus labios, y con este la creación de infinitos sentimientos que perduran con el paso del tiempo, siendo la admiración de tú belleza la única distracción para estos humildes ojos que aprecian contemplarte, estudiar y aprender de memoria cada línea de tu contorno, hasta que el big bang de nuestros labios invoquen mi verdadera concentración, aquella que radica en amarte.