El sol y la la luna se aman, sin tenerse.
En su cara oculta ella guarda sus grietas,
presentando la otra, la que ilumina él.
Solo en los eclipse ellos pueden rozarse,
fue un regalo de Dios y así pueden mirarse.
El cielo y el mar también quieren juntarse,
y retan al destino pretendiendo alcanzarse.
Su horizonte se inventan.
Dicen que se acarician, la gente lo comenta.
La noche y el día,
en dos bellos momentos juran amor eterno.
En el atardecer va llegando la noche y el día se le entrega hasta desfallecer.
El regresa temprano con un beso ardiente,
y ella se derrite pensando en volver.
Imposible es también este amor nuestro,
no tenemos eclipse, tampoco un horizonte.
Nuestras almas se unen tan solo por los versos,
el placer de los cuerpos no podemos tener.
Quisiera ser la noche y que tú fueras día,
yo moriría en tus besos,
siempre al amanecer.