¡Linda!, escancia tus labios femeninos
en la súplica amarga de mi beso.
Como un ave que espera en su regreso
caricias de los vientos. ¡Oh marinos!
Retira los puñales del dolor
con tus manos fragantes de la vida;
y con tu cabellera que se anida
de blancos tiempos rompe mi fragor.
De la sabiduría de tus ojos
nacieron las mas límpidas miradas.
Entonces volverán a tus moradas:
los besos, los jazmines, los sonrojos.
Náyade azul, sentada en una roca,
donde brotan silencios de esmeraldas...
Eternas aves sobre tus espaldas.
Y que así, te alimentan en la boca.
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David John Morales Arriola