Cándida cantaba
la calandria pradial
arpadas melodías
enamorando sus trinos
y ella misma se extasiaba
desde el púlpito solista
del alambre de arriba ,
camuflada jaula campera.
El diestro pajarero preparó
el pegotín de la trampa
muy pegajosa la savia,
tajo viscoso del árbol curupí…
…y la ingenua avecilla
dominada por su arte
allí su patita pisó.
¡Voló el plumerío atrapado!
y la tenorina nunca más cantó
en su antigua azul libertad.
Mujer, canta… canta…
tu hermosura y tu beldad
pleno derecho natural
pero no lo olvides jamás:
el mundo es un gran pegotín
donde tienes sí libertad
aunque en los bretes
de la perversa ciudad
pululan a su arbitrio
malevos cazadores
con cerebros reptilianos,
neocórtex atrofiados.
No te enojes así
ante voces de advertencias
de tus pizpiretas costumbres
que aún falta tiempo
para que cierren y clausuren
fábricas de “Curupí ” y sus grilletes,
transeúntes de calles y avenidas,
currículas insuficientes en familias
liceos, escuelas y asambleas
e invisibilidades de tantos micrófonos ,
cámaras y “plateau” televisivos .
Allí locutores equívocos propalan
castigos al mensajero
sin antes interpretar
la dolosa prevención del mensaje.
Mujer, no eres instintiva calandria,
acaso cerebral criatura mayor:
Cuídate… del curupí !