El escenario vacío.
La actriz sale a escena, pero se detiene en el centro del escenario.
(A público) ¡Mirame mamá!
(recorre el escenario, disfrutando)
¿Así está bien? Y así ¿mejor? (gestualiza)
Haceme una mueca al menos, bajá el mentón o los párpados.
¡Ya se! Usemos una seña, ¡como en el truco! ...
¿La del beso? La del beso, ¡dale! (la practica y se entusiasma)
¿Es mucho?
¿Levantar las cejas? No sé… un secreto. Un guiño, un secreto entre nosotros. ¿Dale? ¡Dale!
¡Mirame mamá!
Olvidemos los gestos, los elogios, los engolosinamientos. La cursilería aprobativa innecesaria. Acariciame sin tocarme desde ahí, desde lejos, con las pestañas.
¡Mirame mamá!
Parpadeando… o sin pestañar. ¿Te acordás? ¡Cómo que no! Como cuando era niña. Terminaba en un mar de lágrimas de tanto aguantar... y después…
(Silencio)
Yo tampoco me acuerdo. Pero lo imagino.
¡Mirame mamá!
Ya no soporto tanto como antes. Ni río, tampoco. Llorar lloro, sí, bastante, pero a secas, sin lágrimas.
En este momento, por ejemplo, estoy llorando.
Descubrí un día, no hace tanto, que yo no soy como toda la gente. Yo no lloro por los ojos. Es decir, yo no lloro.
A mi me llora. Me llora el cuerpo. Para adentro. Como si el llanto me carcomiera el mismísimo estómago. Un pelotazo que me asalta desprevenida. De esos que te dejan tambaleando pero no te tumban: te roban la voz, el aliento, y el aire.
Quizás por eso a veces siento que me ahogo. Y tengo que escupir. Como ahora. (escupe)
¡Mirame mamá!
No puedo tolerar ya tantas miradas. Son demasiados ojos, empujándome hacia adentro. Como el llanto.
Los telones pesan y el ruido incómodo de las butacas oxidadas me pertifican las ideas.
Tengo las manos rotas ya, y las piernas entumecidas.
Me tiemblan las venas.
Todo se mueve adentro de este cuerpo congelado. Inútil, amorfo, inexpresivo.
¿Será por mi piel, que es tan gruesa? Quizás por eso nunca me dijiste “cuidado, no te caigas”. Sabías que nada podía lastimarme.
Lo único que me contiene este suelo de madera. Resquebrajado.
Se queja por las noches, cuando ensayo o duermo, sobre todo cuando hay tormenta. El chillido es insoportable, aunque me siento menos sola.
Lo único que me contiene… el suelo y esta piel.
Sigo temblando sobre escenario.
Mirá! acumula más polvo que huellas...
¡Mirame mamá!
No puedo llorar, ni salir.
No puedo irme.
Ni permanecer.
(Intenta salir hacia el público, luego hacia atrás, por alguna pata, pero vuelve)
No puedo salir.
No puedo salir de este mundo.
No puedo salir a ese mundo.
No puedo salirme de mí misma.
Si vos no me miras.
(Se acerca al borde, cierra los ojos y salta al vacío. Se acerca a una butaca y se sienta)
(Llora).
Lloro.
Estoy llorando.
Para afuera.
(Se cierra el telón. Apagón)
(Desde la butaca se sigue escuchando el llanto que se va transformando en risa).