Nuestra tierna acaricia de labios nostálgicos
bajo cerradura fue desterrada,
rehén en un baúl de olvido,
en el ático de recuerdos marchitos
En busca del calor de nuestra desnudez,
un peregrino en nuestro cofre de tesoros,
congelado en un carámbano de invierno,
encarcelado en la terquedad amargada
Nuestras palabras de afecto, una vez abundantes,
enterradas en una necrópolis de sentimientos mudos,
la ceremonia de miradas tiesas
reclama una tregua entre corazones estériles
Nuestro horizonte por ventiscas de nieve tragado,
nuestra brújula perdida en la indiferencia,
la proa acerca un banco de hielo
y nosotros en silencio,
petrificados
David Arthur ©®
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