Como el azúcar negro.
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Abro mi ventana, inspiro profundamente,
y miro el cielo inmaculado. El sol brilla más
que nunca: ¡la vida ha vuelto a renacer!,
los claveles y las rosas purifican con
su olor el aire, y los mirlos lo celebran
con sus bellos cantos. Estoy tan contento,
que la alegría y el optimismo ya no caben
dentro de mi pecho.
En mi corazón han crecido margaritas
y amapolas, y a mi alma le han salido
alas, para que pueda volar igual que
las golondrinas y los vencejos. Quisiera
volverme lluvia y tierra, para que germinen
las matas de tomillo y romero, y brisa y
polen, para fecundar a los naranjos y
los almendros…
Oh sí, esta mañana, he abierto mi ventana
y he mirado el cielo: estoy tan feliz,
que hasta me dan ganas de correr y saltar,
como si tuviera quince años: a mi alma
le han salido alas de colores, y todo,
-absolutamente todo-, me parece que
es diferente y más bello.
Me apoyo en su alféizar, me tomo un sorbito de
café, y cierro mis ojos para meditar…
y después, suspiro y abro mi ordenador,
para escribir un poema que hable de lo que
estoy sintiendo…
Y mientras que me fumo un cigarro, -y oigo
las canciones de Andy Williams y Perry Como-,
empiezo a escribir lleno de emoción,
que el camino era un tobogán de tierra y
polvo, y el sol como una enorme bola de
luz y fuego… y que, -mientras que leía en
mi libro de lecturas, que Platero era
pequeño, peludo y suave-, mi fantasía
se desparramaba por las acequias de mi
pensamiento, como lo hacía por los surcos
de los sembrados, el agua cristalina que
salía de la fuente del Pozuelo.
Y, cuando me he parado para leer lo que he
escrito, he dicho casi llorando: ¡Oh, pero
qué tonto soy… ya me he vuelto a sumergir
en el mar de mis recuerdos!
Y de golpe, lo he cerrado y me he levantado…
y, al mirar por la ventana, he visto que el sol
era el mismo que el de aquel día, y que
los pájaros seguían cantando, y me he
dado cuenta, de que tengo que olvidarme
de aquellos años dorados, que sólo existen
en mi memoria, que lo importante es vivir
con alegría el presente, para sentir
el calor de la vida dentro de mis venas,
y derretirme de gozo e ilusión…
como el azúcar negro
en el café que me estoy tomando, mientras que
miro el cielo azul e inmaculado, y dentro
del cáliz de mi pecho, late y palpita,
-por el amor que estoy sintiendo-, mi viejo y
cansado corazón.
¡Oh, esta mañana he abierto mi ventana,
y he mirado el cielo inmaculado!…
y por un momento, me he vuelto lluvia y tierra,
y brisa y polen, y vencejo y golondrina...
y, lleno de amor y alegría, he volado
más alto que un halcón,
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Francisco López Delgado.