francisco lopez delgado

Como el azĂșcar negro

Como el azúcar negro.

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Abro mi ventana, inspiro profundamente,

y miro el cielo inmaculado. El sol brilla más

que nunca: ¡la vida ha vuelto a renacer!,

los claveles y las rosas purifican con

su olor el aire, y los mirlos lo celebran

con sus bellos cantos. Estoy tan contento,

que la alegría y el optimismo ya no caben

dentro de mi pecho.

 

En mi corazón han crecido margaritas

y amapolas, y a mi alma le han salido

alas, para que pueda volar igual que

las golondrinas y los vencejos. Quisiera

volverme lluvia y tierra, para que germinen

las matas de tomillo y romero, y brisa y

polen, para fecundar a los naranjos y

los almendros…

 

Oh sí, esta mañana, he abierto mi ventana

y he mirado el cielo: estoy tan feliz,

que hasta me dan ganas de correr y saltar,

como si tuviera quince años: a mi alma

le han salido alas de colores, y todo,

-absolutamente todo-, me parece que

es diferente y más bello.

 

Me apoyo en su alféizar, me tomo un sorbito de

café, y cierro mis ojos para meditar…

y después, suspiro y abro mi ordenador,

para escribir un poema que hable de lo que

estoy sintiendo…

 

Y mientras que me fumo un cigarro, -y oigo

las canciones de Andy Williams y Perry Como-,

empiezo a escribir lleno de emoción,

que el camino era un tobogán de tierra y

polvo, y el sol como una enorme bola de

luz y fuego… y que, -mientras que leía en

mi libro de lecturas, que Platero era

pequeño, peludo y suave-, mi fantasía

se desparramaba por las acequias de mi

pensamiento, como lo hacía por los surcos

de los sembrados, el agua cristalina que

salía de la fuente del Pozuelo.

 

Y, cuando me he parado para leer lo que he

escrito, he dicho casi llorando: ¡Oh, pero

qué tonto soy… ya me he vuelto a sumergir

en el mar de mis recuerdos!

 

Y de golpe, lo he cerrado y me he levantado…

 

y, al mirar por la ventana, he visto que el sol

era el mismo que el de aquel día, y que

los pájaros seguían cantando, y me he

dado cuenta, de que tengo que olvidarme

de aquellos años dorados, que sólo existen

en mi memoria, que lo importante es vivir

con alegría el presente, para sentir

el calor de la vida dentro de mis venas,

y derretirme de gozo e ilusión…

 

como el azúcar negro

en el café que me estoy tomando, mientras que

miro el cielo azul e inmaculado, y dentro

del cáliz de mi pecho, late y palpita,

-por el amor que estoy sintiendo-, mi viejo y

cansado corazón.

 

¡Oh, esta mañana he abierto mi ventana,

y he mirado el cielo inmaculado!…

y por un momento, me he vuelto lluvia y tierra,

y brisa y polen, y vencejo y golondrina...

y, lleno de amor y alegría, he volado

más alto que un halcón,

 

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Francisco López Delgado.