Cada vez que me embriagó de un estrés
me da un suspiro de pena en el alma,
como si nunca hubiera existido
dejándo huérfano de amor al que ama;
y el destino me obliga siempre,
a vivir en la ebriedad del sufrimiento,
al convencerme que mi única preocupación
es morir en la soledad del envejecimiento.
El pasado este lleno de memoria
que a veces no cabe en los recuerdos,
y hay que tirar dolores por la borda
en el fondo del olvido aún desde sus huertos;
y así mi corazón arranca con una lágrima
lágrima que se mantiene en el silencio,
sentimientos nostálgicos e insoportables
como si fuese el camino que eligieron.
El día o la noche en que mi estrés estalle
salte en pedazos los trozos al fuego,
que se borre todo y que mi alma calle
que deje de alimentar la razón de su ego;
y en esos estrés que son peregrinos
arrastrarán mi dolor de aquí por el mundo,
sin olvidar que el poeta extiende sus alas
que se niegan morir allá en el oscuro.