1
Todo no puede ser cimiente en la mañana,
todo no puede ser loseta alrededor
donde se rompe todo
y se recompone
con mortaja y sábanas extrañas;
Todo esto está
lacerado gravemente de vida -¡Señor!-
en este rincón de tumba donde se aparean los gusanos
del olvido y unos ojos se resisten
-con poliédrico fuego de algo dulce- sobreviviendo
como una suave erección.
2
Compañero zapato
¡Con sus arrugas, viejo, sin suela y rechazado
porque parece que lleva un rostro!
Vecino cementerio
¡Paz en mi costado, con su estatua desnuda y desolada,
dormida en su silencio de terror!
Abrigo compañero
¡Acuartelado en su letargo, tiritando de frío, como un sudario
acurrucado a su destino!
¿Quién no ha tropezado con su lapida esta noche,
ahora que todo está oscuro y aprisiona el aire?
¿Quién no puede ver a su rostro que huye, detrás del espejo
entre reproches y lamentos?
¿Quién sabrá de la verdad? -ahora que es del aire-
y de la mano que existe a las tres de la mañana,
cada vez que no duermo, cada vez
que siento a un alma me sobrevuela el insomnio.
3
¿No hay más tiempo con sus horas para mí
-esta noche- en el minutero?
¿No hay más espacio para mí -esta noche- que me siento
atrapado en un nicho?
Hay algo oscuro y triste colgado en la pared
con sus inútiles brazos, en silencio duro,
como animal herido…
Hay días convulsos, con sus designios espinosos,
que uno no debería levantarse
con las mismas coyunturas
con las mismas células
y con la misma cuchara entre los diminutos dedos
-sobre todo- ahora que el desayuno
se traga todo el sueldo
y las manos lamen sus pies enfermos.
Hay horas en que el café amargo se me hace dulce
y pálido…
4
Se asoma el mediodía, afilado,
reencarnado en el dolor de cabeza, en la sien acribillada
por las agujas en unánime codicia,
con todas sus bocas del deseo abiertas
y sus espirales como lenguas
sorbiéndose todo el rojo de la sangre
que blasfema con el útero de la vida.
Se asoman las ganas de vivir –no importa así-
y de seguir con la memoria,
con los mismos huesos que vagan hartos
de su desesperanza,
se acerca el precipicio al corazón con su vaso de vino
y su naturaleza muerta,
y sobre todo se agolpan las culpas, los remordimientos,
los cuchillos de la ausencia,
los vacíos del silencio…
5
¿Y dónde estarán los seres que me han querido?
¿Quedará alguno por aquí?
Sabrán que algunas veces lo he sabido y me ha dado
miedo que he dejado crecer un muro en mi corazón;
Las personas que he amado se han ido.
Me han dejado al borde de la filosa noche y cada vez
que el miedo me arrastra, asoman
con sus rostros, para sentarse a mi costado
y sonreír.
¿Y qué habré hecho para merecerme la codicia
de las sombras?
¿Porque habré sido tan malo, tan pájaro negro
para los que han llevado su herida en silencio?
Es el reconocimiento de todos mis actos negativos,
en estas horas lilas, con sus fiebres,
como hormigas que llegan a mi encuentro
con los otros rostros que dejé en el camino.
6
¿Y cómo oirá Dios?
¿Cómo sentirá nuestro dolor?
Como llorará en mí cada vez que siento a las piedras
quebrarse en su silencio
y a los aires ahogarse
en la voz ensimismada que ha caído de sus manos.
¿Cómo será su soledad cada vez que la duda
nos coge de la mano y nos abraza el corazón?
¡Si hasta siento pena por él…!
¡Si hasta siento que me odia un poco…!
Él, que se llevó un día a mi flor de fuego
y debe caminar
sobre el mar de lloro de su triste creación.