Soy un agradecido que no suele vociferar la palabra gracias.
A menudo me conocen como malagradecido, pero nunca me ha importado, así como nunca me ha interesado que alguien me de las gracias.
La gratitud más grande que le debo a la vida puedo darla por sentada en un poema, porque las palabras para mí, son el alma hablando al oído.
Pasé poco tiempo con mi amigo Ivo Marcel, ese poco tiempo no lo supe aprovechar, aveces eramos tan distantes y estábamos a tan solo centímetros de distancia.
Él es alguien muy singular, solitario con ganas de ser amado por el mundo, alguien que al igual que yo no paraba de llorar sin votar una lágrima frente a frente, pero bien sabíamos que sufríamos de extrañar... Extrañar a personas que están tan lejos de estar cerca.
Si algo debo agradecer es a ese amigo, que con toda y mi abstinencia a vivir al máximo, a compartir cuando él me necesitaba, con todo el esfuerzo del mundo logró darme un boleto.
Una salida, una idea, que quizás sea la pieza que necesitaba para empezar mi rompecabezas.
No puedo omitir las gracias, la empatía, el valor agregado al corazón a mi querida Nineth, ella que estando tan lejos, hasta incluso sin acordarse de mi voz, de mi rostro, no dudó ni un segundo en ayudarme, la extraño tanto que es extraño no extrañarla.
A los otros, solo les digo gracias y solo les diré gracias.