Suelo hablar conmigo mismo
por no tener compañía;
no es para mí una manía
vivir en pleno mutismo,
y no caigo en pesimismo
como tampoco me cuesta
que mi voluntad dispuesta
lo pueda hacer a menudo,
y hasta a veces me saludo
pero no tengo respuesta.
Felices conversaciones
entablo de buen agrado
con mi yo, que está callado
y se plantea cuestiones,
mas no vienen soluciones
por parte de algún tercero,
ni de ningún aparcero
del que pudiera servirme,
para que al menos confirme
que no soy mi compañero.
Jorge Horacio Richino
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