Fue un amanecer de frío y de luz plena.
Era una aurora luminosa y, allí yo te vi,
te vi caminar hacia mí y, yo no lo creí;
es que mi vida ha sido una vil condena.
*-*
Quise aparentar que estaba muy serena,
por eso, al verte tan radiante me cohibí;
te fuiste, sin adiós, y una oración proferí.
Yo no sé cómo acabar con esa larga pena.
*-*
En cada amanecer me lleno de ilusiones,
me aparto de las penas que me aquejan,
con peticiones de vida y lindas canciones.
*-*
Le rezo a mi Dios y forjo mis contriciones.
En mi corazón penas y alegrías se reflejan;
él es sacro ataúd de mis fallidas emociones.