Te llamaban paloma
por lo pequeña
y frágil,
pero eras un águila
en su alto vuelo,
por un mundo indiferente.
Tu cuerpo,
en mil pedazos
por el t´rgico accidente,
surgía fuerte
y avasallante,
en los múltiples colores
de tus pinturas.
Estaba él.
Diego Rivera.
Tu amor pleno.
Tu faro.
Tu compañero.
También tu desdicha.
Surgiste en México,
en la Casa Roja
de Coyoacán,
y en la Casa Azul,
tambien de Coyoacán,
están tus cenizas en la urna
de barro.
Tus pinturas multicolores
plenas de personalidad,
pueblan los Museos
del mundo.
En Francia en el Louvre,
en los Estados Unidos,
en otras capitales europeas
y en Argentina.
Niña desdichada,
a veces pasional
e inteligente,
recorriste el mundo
con tus obras.
Tu cuerpo martirizado
resistió su fragilidad,
y acompañó tu transitar,
para imponer tus pinturas,
de un surrealismo
puro.
Niña inolvidable,
amada y olvidada
por el amor,
del célebre pintor
que acompaño
tu vida.
Niña de Coyoacán,
monumento en el mundo,
donde dejaste tu huella,
descansa
a la sombra
de tus pertenencias
en la Casa Azul,
en México.