Te doy abril, verde y bueno; y mientras tanto,
hurgo en los minutos del viejo marzo – demasiado eterno -
desnudando las sílabas que reclamó para sí el silencio
cuando la luna – creciente- aún escondía tu rostro
tras una cascada de verbos disfrazados y perversos.
Te doy la luna, blanca y buena; como sábana de lino
y reposo de nuestros cuerpos – demasiado sedientos –
arropando las ausencias que cuelgan como lastres en el tiempo
cuando el mar – ese tan tierno - hurta tu imagen
tras su abismo incólume de sereno y de misterio.
Te doy el mar, azul y bueno; como refugio distraído,
de las horas extraviadas sin tenernos – demasiado largas –
desanudando las vallas que tras la dura ventisca aún tenemos
cuando tu sonrisa – de tus ojos a tu boca - oculta mis playas
tras la serena bruma que me envuelve con tu pelo.
Te lo doy todo, los minutos de abril, la luna, el mar y
casi el último vestigio de un mayo ensordecedor
al final bueno y nuestro, como un buen augurio
para la ronda mágica de los ciclos eternos de
otra luna y otro mar… pero por siempre nuestros.