No creo en mi pueblo
ni en el dinero ni en la iglesia
ni en políticos ni en misioneros.
No creo en los alcaldes
ni en los embusteros
tampoco en la felicidad.
No creo en la navidad
ni en los secretos compartidos
ni en la infancia ni en la adolescencia.
No creo en la intensidad
ni en la rotundidad ni en la hipocresía,
ni en la mujer ni en el amor.
No creo en vertederos públicos
ni en desechos industriales,
ni en maquinaria necesaria.
No creo en partidos, banderas,
ni en la hoguera ni en emblemas,
tampoco en catarsis ni en ángeles.
No creo en Satanás, si sólo sirve
como excusa para hacer el mal,
no creo en psiquiatras ni en terapeutas
del bien.
Creo sin embargo en Dios, sin casi
peros-.
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