José Luis Barrientos León

Atardecer en Uvita.

 

Nuestros ojos embriagados de cielo

rostros fallecidos, deslumbrados por la inmensidad

el tiempo detenido,

perdido entre los astros

que escapan de la realidad, para reflejarse en ti

en tu cuerpo, en tu mirada

en los instantes eternos de tu existir

que contemplo absorto, recostado a tu lado

 

Momentos de encanto, cortejados por olas

mi adolescencia olvidada, tendido sobre la arena

tus sueños de vida examinando caracolas

las horas hechas de silencio,

entre interrogaciones de aves

humedecidas por sonidos de ríos que fenecen en la playa

como almas fatigadas, que se entregan a la marea

a la calma suave de las olas que han de venir

 

Nos miramos, luego cerramos los párpados,

tejiendo ilusiones en nuestra paz interior

contemplamos amores en lo íntimo del pensar

suspiramos despreocupados, vibramos por un beso

 

Nuestra voz es cristal luminoso,

anhelando las sombras de la noche

que nos descubran ambicionando latidos

entrelazando caricias que den forma al amor

 

Vuelos de aves, soberanas del viento

transitando rutas interminables,

sin aterrizaje ni olvidos.

Un astro que muere al caer de la tarde

cuando nuestros cuerpos ingenuos se unen en un abrazo,

mi silueta en la arena que muere bajo la tuya

dando paso a la entrega,

de la espuma que expira al besar las arenas

 

Reflejos de luz en los rostros,

cabellos rebeldes que libera el viento

ojos extáticos mirando el horizonte

y tu mano que toma la mía

para caminar a la vida