Todo lo intenté por ella
y de joven la buscaba;
para dar lumbre a mi vida,
era lo que ambicionaba.
Pude conocer a varias
para saber quién sería;
la luz de mis alegrías,
la que siempre me amaría.
La señora de mi trono
en mi reino solitario;
la dueña de mi castillo,
la virgen de mi santuario.
Aquella con quien pudiera
concretar mi descendencia;
cristal de mis fantasías,
reflejo de mi existencia.
La que a mi lado estuviera
por toda la eternidad,
esa que yo más quisiera
se destaque en su bondad.
Hechicera en sus encantos
y calma de mis dolores;
fogosa al tener contacto,
y dulce como las flores.
El sueño aspiraba a mucho
pero igual lo perseguí,
pues perdido por perdido
era mejor fuera así.
Bajo tales condiciones
todo sería perfecto...
Sólo Dios puede saber
si se cumplió mi proyecto.
Mas hay algo que me alegra
y no presenta objeción;
es que dentro de este tema,
mis hijos son lo mejor.
Jorge Horacio Richino
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