Blanda fue tu suerte,
al caer en la muerte,
con tan pocos años.
Que no te aflijan,
si es que aún algo te consterna,
los años vacíos y descascarados
que dejaste de vivir, en esta
sombría meseta. Y más, en tierra
así de voraz y devastadora,
para las ilusiones vencidas
de un niño o de un adolescente.
No, no olvides pues,
los ríos de tu infancia, las presas
de arcilla, los árboles y sus frutos,
el aire, la luz, los animales
dormidos entre
ellos. Son por estas cosas,
y por su recuerdo, que resistimos
vida y muerte enteras-.
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