He dejado ir el viento, con un adiós en su garganta
he dejado caer la nube, con una despedida como agua
para que mis palabras sobrevivieran
ante las noches sin vida que las acosaban
Palabras frías y tristes que se posaban
ante el espejo oscuro de los días
sin reflejos en su mirada vacilante
sin instantes en el tiempo, ni recuerdos
Palabras ausentes del latido,
inexpresivos vocablos que morían
Reclamaban una brisa fresca, una ventisca
que agitara sus alas envejecidas
restaurando expresiones y pensamientos
incendiando su sangre enmohecida
Palabras de amor delicadas y tiernas
que narran historias sencillas e ingenuas
palabras de niños inocentes y frescas
que hablen de sueños, de genios y cometas
palabras de ancianos, serenas, longevas,
que relatan los cuentos, reviviendo al poeta