Cada uno, enredado
en su propia selva,
despojados de misterios
y azucenas, íbamos tejiendo
el no menos asombroso manto,
de nuestras vidas. Separados,
intactos- todavía, llenos de vida-
permanecimos a la espera:
de dioses, de nuevos mitos,
de nuevas hazañas y proezas,
de libros ulteriores peligrosamente
acertados, o de cajones dispersos
llenos de ropas femeninas.
Cada uno, sí, enredado en su propia
selva, arañamos la vida, como pudimos;
sorteando sortilegios y abandonando
pasado, presente y futuro.
Marañas por las cuales vivimos
numerosas veces, como luces en el alba-.
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